sábado, 23 de marzo de 2013

Turkish airlines

     Si soy puntual o metódico, cada mañana el mismo mensaje publicitario que da la radio me acompaña justamente en idéntico tramo del camino. Cuando la gran ciudad va quedando atrás una suave voz femenina canta en inglés: me quedo con “lovely” y la imaginación recrea un patio lleno de naranjos y una bailarina agita una pandereta, mientras cae una suave lluvia de pétalos de rosa. 
    Ya se puede viajar sin escalas desde Valencia a Estambul. 
    Y me veo en ese hipotético día en que me dirijo a la agencia de viajes para contratar el vuelo y el hotel; o quizás a la luz de una amable lámpara haciendo la reserva por internet con la tarjeta de crédito preparada encima de la mesa; y desde la ventana del hotel contemplo el gran templo de Santa Sofía y el Bósforo. Asia y Europa en una mirada. Y en quién me acompañará en ese viaje. 
    Pero un coche se cruza para abandonar la autovía en la siguiente salida, me hace frenar e imagino las tres luces rojas de mi vehículo vistas desde atrás. Un ligero fastidio me habla de que habrá muchos inconvenientes para volar a Estambul, que la indolencia me vencerá y que ni siquiera iré a renovar mi pasaporte, y quizás nunca contemplaré las aguas del Bósforo desde la habitación del Four Seasons Istanbul.

viernes, 15 de marzo de 2013

¿Por qué se siente más frío antes del amanecer?

     La velada transcurrida a la luz anaranjada de un farolillo fue cálida, llena de conversaciones y de reencuentros. El mar te trajo el sonido de las olas rompiendo contra la orilla. Sentiste toda la calidez del verano hasta que, fatigado, te tumbaste en la cama sin ni siquiera despegar la sábana para cubrirte. 
    Ninguna sombra oscureció tus pensamientos y todo fue quizás un poco como antaño. Pero poco antes de despuntar el alba, cuando Júpiter y Venus se encontraban a media altura sobre el horizonte, lo que en un principio pareció brisa se convirtió en un viento agitado y prolongado que osó mover las cortinas, acelerando tu corazón y haciendo que tus pies sintieran frío. 
    Fue curioso percibir, en la plenitud del verano, las amenazas del otoño cuando no el desasosiego que te provocarían los madrugones del invierno. Incomodado, tuviste que adoptar la pose de un gimnasta y arquear tu cuerpo para levantar la sábana que horas antes, despreocupadamente, habías dejado intacta.