viernes, 7 de marzo de 2014

Los días que no existen

      El domingo pasado, mientras me afeitaba, una voz me interpeló: “¿hoy es treinta?”. La pregunta me descolocó. Por unos segundos perdí la noción del tiempo y del espacio. Sin embargo, me rehíce lo más rápido que pude y contesté: “¿treinta de qué?” “Treinta de febrero”, me respondió la voz.
      Pasé la tarde recostado en el sofá, viendo cambiar los colores del cielo y escuchando programas en France Culture sobre si es lícito triunfar en el trabajo sin ser honesto o sobre los beneficios del olvido para seguir adelante, soltando lastre.
      Al anochecer me invadió una cierta melancolía y pensé que cualquier cosa que emprendiéramos, buena o mala, que pudiera producirnos satisfacción o amargura, carecería de importancia en ese inexistente día del treinta de febrero.