Para
muchos Mark Cavendish es el mejor velocista de su generación. La mañana del
sábado 5 de julio, el primer día del Tour de Francia, el ciclista declaró a
France Info que le hacía una ilusión tremenda ganar la etapa en
Harrogate, pues allí había pasado muchos veranos de la infancia junto a su
abuela. Por la tarde, escuché en directo la llegada: el corredor, presa de la
ansiedad en el sprint final, se abalanzó involutariamente sobre un compañero y
cayeron los dos de mala manera.
Con
la brisa fresca y el mar en calma las cosas se ven de una manera, pero cuando
el sol ha cruzado el meridiano, la razón y los sentidos no responden de la
misma forma. Marcel, el narrador de En
busca del tiempo perdido, a su regreso al gran hotel de Balbec, frente a la costa normanda, también se
ve perseguido por la imagen de su querida y
definitivamente ausente abuela.
Quién
sabe el fantasma que persiguió Cavendish pocos metros antes de la meta.