viernes, 19 de enero de 2018

Comienzo en Elsinor

     La experiencia viajera tiene tres momentos esenciales: el primero cuando surge la expectativa, el proyecto, el nombre de la ciudad o del lugar que se quiere visitar. El segundo llega cuando esas especulaciones pasadas afrontan la aventura real de recorrer los sitios antes tan solo intuidos. Y el tercero es cuando se recuerda, el cual ya nada tendrá que ver con los dos pasos precedentes.
    Es por ello que me recreo en el profundo invierno nórdico y pienso en el castillo de Kronborg, en Elsinor, donde Shakespeare situó al dubitativo Hamlet.
    Es ahora cuando frente a las espaciosas estancias soplará el viento del norte y el mar embravecido por la tormenta golpeará contra el muelle cercano, y los relámpagos agrandaran las sombras en los salones reales.
    Deambulando por aquellos largos corredores o subido frente a la torre más alta, prometí entonces, en la luminosa mañana de verano, que en mi templado invierno tendría un recuerdo para el príncipe danés.
    Y es justo que así sea porque todos somos, a veces, un poco como él.