Me caló hondo ese tiempo extraño nunca antes vivido, en el que para tratar de verme desde fuera rememoraba las imágenes de doctor Zhivago, esos momentos en que Yuri sale a recoger leña para su familia en el gélido invierno, cuando la Rusia zarista se desvanecía ante el inminente advenimiento de la Unión Soviética.
Y la arcaica palabra, conticinio (hora de la noche en que todo está en silencio) se apoderó del día. Y las terrazas de los edificios, que en un tiempo fueron de la luna y de las estrellas, se llenaron de gente que giraba como animales enjaulados o que miraba melancólica al horizonte.
De ese número que aparecía cada día en todos los telediarios, ¿qué se hizo de vuestra alma?
Iremos a buscarla en los cielos del futuro que, sin duda, nos remitirán al pasado. La encontraremos, muy marcada, en la forma de una nube o en la inesperada visita de un gorrión.