sábado, 28 de septiembre de 2013

El corredor


Aunque fuese domingo por la tarde, y el domingo ya se sabe, se está como de guardia, a la espera de lo que deparará el terrible lunes; salió a correr un rato. El sol se aproximaba a las terrazas de los edificios. Como siempre, llegó hasta la señal de tráfico de costumbre, le dio una palmada y regresó sobre sus pasos. A la ida se lo había cruzado, y ahora, de regreso, volvió a ver al crío que ya no tenía edad para ir en carrito; demasiado ancho. Apenas si distinguió un bonito corte de pelo, bien peinado por su madre con la raya a un lado. Debía de ser un niño guapo. Una criatura que miraba hacia el mismo horizonte que el corredor: campos y huertos y más a lo lejos, la carretera y la ciudad.
El deportista siguió su camino y dejó atrás al niño con la raya al lado. Y un cansancio infinito le sobrevino por un segundo. Creyó que se detendría, que se pararía allí mismo y que no podría correr nunca más. Pero sin saber por qué, continuó con su carrera, completó el recorrido, se duchó y cenó. Y poco antes de la medianoche sostuvo en sus brazos a otro niño al que le mostró sobre el horizonte la triste luna menguante del recién estrenado otoño.

 

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