Lo
escuché en un programa de radio poco antes de dormirme, quizás para invitar al
sueño a que viniera a hacerme compañía.
El locutor evocaba las tardes de
invierno, ya oscuras, en la ciudad de Perugia regresando a casa (probablemente
de la escuela) rodeado por una espesa niebla. Era entonces cuando le llegaba el
olor que salía de las chimeneas; teorizaba sobre el tipo de árbol del que
provendría la leña, evocaba a las personas que habría frente al fuego, si
estarían asando salchichas, por ejemplo. Era agradable escuchar esa voz casi
anciana rememorando al niño que un día fue.
A
continuación pasó a preguntar a los oyentes motivos concretos por los que valía
la pena vivir: cabalgar entre la niebla (otra vez símbolo de felicidad) por la
llanura padana. Fumarse un cigarrillo después de la cena mientras te sumerges
en un sudoku...
El
resto de cosas que dijeron ya no las recuerdo, estaba realmente cansado y creo
que me quedé dormido.
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