viernes, 21 de noviembre de 2014

El infinito viajar

     Anne Rochet era profesora de español en Agen, al sudoeste de Francia. Parece que aun la veo en la luz cálida del salón, en la amable conversación que se estableció entre su marido, su hermosa hija, el asistente de conversación inglés, James, gran jugador de rugby, y yo mismo.
     Fue ella la primera a la que escuché recrearse en el proyecto de un viaje, los preliminares durante los meses anteriores y la contemplación posterior de las vivencias experimentadas. Era agradable aquella gente y podía dilatar la conversación hasta extremos insospechados, siempre interesantes. Era también noviembre, por el centro del brumoso Agen no había nadie a las horas en que la velada se acabó. Salieron los tres a despedirnos hasta el umbral de la puerta.
     Y es ahora que miro en mi cuaderno de viajes y leo una de las anotaciones hechas sobre Berlín en el jueves 7 de agosto: “paseo de noche por la isla de los museos, cerca de donde la gente bailaba iluminada por farolillos de colores. Casi luna llena.”
     

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