domingo, 27 de septiembre de 2015

Distancia

     Miro a los que me rodean hablar por teléfono sin cesar, a la vecina que todas las mañanas me cruzo cuando voy al trabajo y que pasea a sus perros mientras habla a través del móvil. Otros en la parada de autobús, otros que parecen hablar solos pero en realidad llevan los auriculares puestos.
     Yo quizás me quedé en la época en que se pagaba por cada llamada y no me hago a la idea de que ahora sea prácticamente gratis hablar por teléfono, porque por lo que te cobran por otros conceptos incluyen lo que se conoce por llamadas de voz.
     Y es así que solo hablo una vez por semana con mi familia, que no vive en la misma ciudad que yo. Conservo la tradición del domingo, de cuando era estudiante y hacía cola para llamar desde una cabina e iba preparando las monedas desde que el viernes me daban el cambio en el supermercado, o de cuando vivía en Francia y tenía que cronometrar cinco minutos.
     Hoy que la distancia parece no existir, a mí se me ha grabado como una canción que escuchas por primera vez en un sitio o en una situación y luego, cuando pasados los años la vuelves a escuchar, quedará de forma perpetua asociada a ese remoto instante.
 

viernes, 24 de abril de 2015

El astronauta perfecto

     Por muchas veces que uno vea 2001 una odisea en el espacio o la repase mentalmente, no dejará de sorprenderse de las interpretaciones que de ella pueden surgir. ¿Acaso el hombre que reposa en esa luminosa habitación de estilo rococó y del que se supone son sus últimos instantes antes de renacer en un saco amniótico que gira alrededor de la Tierra, no fuera una recreación poética, una profecía quizás del tránsito a la eternidad del primer hombre que pisó la luna?




sábado, 21 de marzo de 2015

Al revés

     Al final venció la frase de Des Esseintes, protagonista de la novela Al revés: “¿por qué ponerse en marcha, cuando uno puede viajar tan ricamente sentado en una silla?".
     Acababa de recibir el último libro cuidadosamente empaquetado por los magos de Amazon. Las previsiones del tiempo eran nefastas. Me asaltó un antiguo arrebato y anulé inmediatamente la reserva de hotel que había hecho por internet. No me costó más de un minuto. Sustituiría la rutina habitual por una lectura intensa y largos paseos en horas crepusculares. Surgió sin embargo una pequeña dificultad a la hora de anular el billete de avión. El teléfono siempre comunicaba e internet daba continuos errores. Pensé que tampoco valía la pena molestarse mucho, pues el precio de la reserva había sido irrisorio.
      

jueves, 5 de febrero de 2015

Vencido por el tiempo

     La imagen de aquel empleado le acudía como algo recurrente, quizás por el hecho de que de niños hubieran jugado juntos y tuvieran cierto parecido físico. Siempre delante de aquella máquina comprobando que el resultado fuera el correcto. Eternamente en su puesto. Después de tanto tiempo transcurrido con algún saludo de cortesía y breve conversación, lo tenía allí, delante de él: su conducta no estaba contribuyendo al buen funcionamiento de las cosas. Se le iba a reducir la jornada laboral si persistía en su actitud.
     No hubo ni replica ni enfados ni gritos. Lo vio vencido. Adulto y ajado por el tiempo y por la circunstancias. De todos los papeles que le había tocado interpretar en la vida, sin duda el más odioso era este. Pasó la segunda tarde del año sentado en una mecedora, mirando hacia un horizonte que en otro tiempo anhelara.