viernes, 16 de mayo de 2014

Viaje a Sicilia (Trapani, 2)

      A lo lejos, suspendida entre las nubes, la mole de Erice; prácticamente invisible en las alturas. El mar de Trapani daba al norte. A mediodía, cuando llegué a la fortaleza sobre el Tirreno desde la que se divisaba la ciudad, tuve la sensación de que el viaje había llegado al ecuador. Ese sería el punto más occidental de la isla que había de tocar, desde allí ya sólo quedaba un lento regreso a Palermo, y después, a casa.
      Comí frente a la catedral de san Lorenzo, de fachada barroca, orgullosa de ser del sur. Después de haber sopesado el menú de carne o de pescado, me incliné por el primero. 
    Mientras esperaba el segundo plato y saboreaba la cerveza artesanal que me habían servido, casi noté la presencia física del mar, sentado detrás de mí. El aire fresco, o más bien frío, me obligó a ponerme una chaqueta. Pregunté a la camarera que cómo era posible que todos los monumentos estuvieran cerrados, especialmente la catedral. Respondió que solo la abrían para la misa, como si no hubiera más motivos para entrar en ella que el culto religioso. 
    El reloj de un hermoso edificio marcaba las dos menos veinte y el mar seguía allí, a mis espaldas, abismal y azul. Así era la primavera en Sicilia, tanto tiempo anhelada.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario