Ante el juez que me condene por necio o descuidado no podré esgrimir la
defensa de que no lo vi venir: su vuelo perfecto se anteponía desde hacía
varias semanas a la espigada silueta del Hilton, mientras rasgaba con una
amenaza el luminoso horizonte del inicio de año.
Seguro de que al final vencería no se inmutaba ante mis palmadas o aspavientos, impertérrito en la cornisa vecina. Llegó con un plan asesino desde las montañas colindantes, al norte de Valencia. Nunca creí que lo hiciera.
La terraza llena de plumas amarillas y en la jaula la cabecita de un canario, dan cuenta de su salvaje festín, ave inclasificable y despiadada.
Seguro de que al final vencería no se inmutaba ante mis palmadas o aspavientos, impertérrito en la cornisa vecina. Llegó con un plan asesino desde las montañas colindantes, al norte de Valencia. Nunca creí que lo hiciera.
La terraza llena de plumas amarillas y en la jaula la cabecita de un canario, dan cuenta de su salvaje festín, ave inclasificable y despiadada.
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