Cuando
está nublado o hace mucho frío y no me apetece subir hasta la azotea, extiendo
el brazo y cojo el móvil que, olvidado, reposa sobre cualquier superficie
amueblada de la estancia. Aparece entonces un bonito icono con el nombre de google
sky maps sobre una luminosa pantalla.
Lo toco con el pulgar derecho, como si
este fuera una extensión de mi cerebro, y dirijo entonces el artilugio hacia
las alturas. Por un instante se queda a oscuras, pero apenas pasados unos
segundos comienzan a aparecer sobre el pequeño rectángulo rutilantes puntitos
con un nombre debajo que indica las estrellas, constelaciones y planetas que en
ese momento hay en el cielo.
Dirijo el teléfono hacia el oeste por ejemplo, y
allí está la bola anaranjada de Marte, casi sobre la línea del horizonte, y me
digo: “un día tendrás que salir a un lugar despejado con los prismáticos
colgados al cuello para verlo de verdad, esto no puede seguir así”.
Continúo
hacia el este, y voy orientándolo hacia abajo hasta que con mayúsculas se lee "NADIR". Curiosamente ocurre que cuando llego al punto opuesto al cenit doy un
respingo y aparto mi mirada de él.
Y
divago entonces con la pregunta de si no seré yo un ser supersticioso, educado
en los viejos libros impresos del siglo XX o en antiguas lecturas del poema de Dante, extrañado y desconfiado ante
estos omniscientes, prometeicos iconos que consiguen mostrarnos lo que no
podemos ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario